lunes, 29 de julio de 2013

Para siempre

Cuando el Viejo me dijo en qué consistiría mi castigo eterno, no digo que me dieron ganas de reír, pero sí que me pareció una tontería en comparación con todas las cosas que me había imaginado. Incluso hasta llegué a pensar, en esos garabatos filosóficos que a veces hacía, que lo único de castigo que tenía la decisión del Viejo era únicamente su carácter de eterno.
Ahora no se me ocurre un peor castigo que estar condenado a vivir para siempre en esta pieza con un espejo que cubre todas las paredes, el piso y el techo, desnudo, sin poder cerrar los ojos, obligado a mirarme durante toda la eternidad, sin tener necesidad de comer, de dormir, sin poder oler, sin poder escuchar ningún sonido, sin tener necesidades fisiológicas de ningún tipo, sin ninguna clase de distracción de mi propia imagen, para siempre.

Ese ser horroroso que veo, patético, desvalido, desagradable, es, me gusta pensar a veces, otro, y a la vez soy yo. El Viejo me condenó a una eternidad en perpetuo desdoblamiento: mi imagen y yo; pero a la vez, me condenó a una eternidad de plena conciencia, me dotó de la capacidad de entender que esa imagen en verdad no es otro, que soy yo en mis más asquerosas versiones. No sé si hay peor castigo que verse a uno mismo en un lugar que por reflejado en un reflejo reflejado en otro reflejo parece ser infinito, pero a la vez provoca la angustia del encierro, para siempre. En especial cuando empezás a ver más allá de la imagen que reflejan esos monstruos, y encontrás algo aun peor. 

martes, 16 de julio de 2013

Bere heriotza


Le desconfío a las palabras
cuando se trata de estas cosas;

de esas pelotas de angustia
de esas lágrimas
que escalan gargantas,
que cierran estómagos,
que no dejan dormir;

todo por caprichosas,
todo por no querer salir.

Es que es todo raro.

Es, en definitiva,
algo tan mediocre,
algo tan egoísta,
algo tan simple, como esto:

es querer saber
si antes de que te mataras
estuve aunque sea un segundo
en tus pensamientos.

Es querer, y no poder.

Es querer perpetuarse
en alguien que ya no está.

Y es también un poco
que bere heriotza

da nire heriotza.