martes, 29 de marzo de 2011

A propósito del uso de groserías

A propósito del uso de groserías debo confesarme, sin orgullo, demasiado inglés Victoriano; vergonzosamente apolíneo. Rara vez digo “malas palabras”. Será quizá un residuo inconciente de mis días en la escuela católica. Vaya a saber uno.

Cuando insulto, así esté solo en el lugar, lo hago bajando el tono de voz abruptamente.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Antes

-Me hubiese gustado contarte esto antes, papá- dijo Marcos, con la mirada hacia abajo.

Hizo una pausa, y luego agregó, con la mirada fija en la lápida:

-Tengo novio, papá. Y soy feliz.

Juan, que sostenía tembloroso el paraguas para protegerse de la lluvia, tomó la mano de su novio y se la apretó.

lunes, 21 de marzo de 2011

Esos pelos revueltos

Me encantaría revolverte

todos esos pelos locos que tenés,

pero me quedo mirando tu cuello,

a tres asientos de distancia.


Me encantaría revolverte

esos pelos locos que tenés,

pero ¿sabés qué? Ya me bajo.


Yo soy de esos que siempre

tienen que bajarse una parada antes.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Que no se puede creer.

A esa altura mi remera blanca

había tomado más vino que yo;

casi todo se movía, alternando

verticales con horizontalidad.

Adentro se oían ruidos,

un blblblblblllblblrrblblblbl de guitarra eléctrica,

y algún que otro

tu tu pá, tu tu pá.

Afuera los murmullos y la montonera

no me privaron de verla

caminando hacia mí (nosotros):

la caja de vino y yo.

Me pidió un trago y se sentó a mi lado;

me dijo “armo un tabaco”

y yo me largué a reír;

siempre me da gracia cuando me relatan

lo que van haciendo.

Le dije que yo no fumo, y me miró con desconfianza.

Sacó su celular negro, y lo dobló por las puntas;

metió adentro el tabaco, babeó los bordes

y los empezó a pegar.

Era una noche con estrellas que ya se movían menos,

había un calor horrible , pero no la pasaba mal.

El celular/ hojilla empezó a derretirse,

y los dedos de la botija se empezaron a enchastrar.

“¡Cerda! ¡Mirá cómo tenés los dedos!”

le alcancé a gritar. Parecía chocolate derretido.

Se rió y me miró a los ojos:

“tendrías que ver

el enchastre que tengo de alma pa dentro”

me respondió.

No solo estaba buena: se emborrachaba bien.

No le dije que era linda, ni preciosa, ni divina;

no le dije “Princesita” , ni “muñeca”, solo la miré.

Tengo entendido que las princesas

generalmente no estaban buenas,

se revolcaban con los hermanos,

y con los primos, para conservar

el elegante retardo de la nobleza.


No le dije “Princesita”.


Le dije “no te digo Princesita

porque no estaban buenas,

y vos estás que no se puede creer.

domingo, 13 de marzo de 2011

Bar

-Los hombres tristes tienen su encanto- le dijo, mirando directamente a sus ojos con una expresión sugestiva. El joven bebió su sexto vaso, o tal vez su noveno o undécimo de la noche, acodado a la barra, junto a la muchacha; apenas podía pensar, entre la música, las luces y el mareo.

Sin embargo, lo hizo. Y su pensamiento esperanzador –concluyó él luego- debió quitarle esa tristeza encantadora de la que hablaba ella, porque en cuestión de minutos la muchacha estaba a las risotadas con un muchachote en apariencia más tonto y menos triste.

Tal vez- pensó luego, mientras llenaba torpemente su vaso- nada de eso tenía que ver con la tristeza.

jueves, 10 de marzo de 2011

¿Yo?

¿Paz? ¿Paz, yo? No, no. Y mucho menos "paz interior". Estás confundiendo paz con simple lentitud.

viernes, 4 de marzo de 2011

Una vez me dijo Aurelio

Una vez me dijo Aurelio que pensar era algo improductivo; pensar de verdad, comprender por ejemplo que un tenedor está compuesto en última instancia por residuos aleatorios del polvo de lo que alguna vez fue una estrella; entender que el tenedor y el cuchillo que sostenemos en las manos para comer, alguna vez fueron luz, partículas que vagaron por la inmencidad del universo durante tanto tiempo que hasta cuesta imaginarlo.
Me dijo que hay veces que conviene callarse. Me dijo que la lucidez del fatalista, que esa amargura a carcajadas, no es bien vista en los foros de las buenas personas, de los correctos, de los balanceados, de los alineados, de los que saben cómo distraerse bien. Poco a poco voy aprendiendo a saber cuándo debo callarme y cuándo hablar.
Poco a poco.