miércoles, 30 de septiembre de 2009

Matematicamente me estoy cuidando

No soy un borracho. No suelo estar borracho. Mucho menos soy un alcohólico. Pero en acuerdo con la organización mundial de la salud, creo que el vino hace bien.

Según escuché a alguien que decía que leyó en un estudio que dijeron en la radio que había salido publicado en internet, tomar un vaso de vino por día, ayuda a prevenir los problemas cardiovasculares.

A mí me interesa cuidar mi salud. Si bien no tomo ni una gota de vino de domingos a jueves, me cuido, me quiero; me protejo la salud los viernes y los sábados tomando dos litros de vino. Y estoy orgulloso.


Ahora, hagamos cuentas:


La semana tiene siete días. Debemos tomar un vaso por día, eso nos da un total de siete vasos de vino por semana.

Yo no tomo, como dije, de domingos a jueves, de modo que los viernes y sábados yo recupero los vasos de vino que debí haber tomado durante la semana para cuidar mi salud.

De acuerdo a la medida standard de vasos, cuatro vasos completos forman un litro. Si cuatro vasos de vino son un litro de vino, siete vasos de vino son casi dos litros.

Como antes dije, yo tomo, en dos días, viernes y sábado, un total de dos litros de vino, es decir, ocho vasos de vino.

Podrá objetárseme que tomo un vaso más de lo aconsejado; podrá decírseme que estoy sobreprotegiéndome. Es posible. Pero vale aclarar que algunos problemas cardiovasculares son hereditarios, y mis abuelos y mi padre han tenido la precaución de poseer dichos problemas, por lo que, en cierta medida esa “sobreprotección” es válida, y llegado el caso, aconsejable.

Sin embargo, hay algo que me perturba. ¿Acaso el consejo de tomar un vaso de vino por día será retroactivo? Es decir, ¿debo calcular desde el primero de mis días hasta la actualidad la cantidad de vino que debí haber tomado para cuidarme la salud? No quiero caer en paranoias o en ataques de pánico, pero, un escalofrío me recorre la espalda: ¿y si no tengo tiempo suficiente para recuperar todo el vino que debí haber tomado para protegerme?



domingo, 20 de septiembre de 2009

Pachamama





Daritxo intelectual-fumapipa-exhippie


Y


Daritxo cristiano-moderado de centro derecha-con escudo templario


¡Oh, qué horrible lo que te hacemos, Pachamama!

Tú nos das todo, nosotros te damos tan poco…

Tú nos proteges, nos ayudas a crecer,

¿ y nosotros, qué hacemos? Te atacamos,

te lastimamos, te dañamos,

te hacemos llorar.


¿Alguna vez te has detenido, tú, lector,

a pensar en qué mundo pretendemos dejar

para las generaciones venideras?


El planeta llora, mientras nosotros reímos,

sin pensar, sin sentir, sin comprender

el daño que le hacemos,

el daño que nos hacemos.


Con tanta soberbia echamos

bajo la alfombra del desinterés

la polución, la contaminación,

tanto sufrimiento, tanta guerra.


¿Es este el planeta que pretendemos

dejar a nuestros hijos?

¿Queremos destruir el futuro de nuestros nietos

destruyendo nuestro presente?

Sí.

La respuesta es sí.

Porque esos nietos no se merecen un planeta

en el que se pueda vivir;

porque pasan endrogados, embobados con la Internet,

dominados por el homosexualismo ateo,

por la apatía, por el malvivir.


Sus caravanitas, sus pelos pintados,

su estética deforme- hermafrodita me impulsan

a usar este aerosol, a dejar abierta esta canilla,

a prender todos los electrodomésticos al mismo tiempo,

a poner los desechos de plástico y vidrio en la bolsa negra.

Seré un utópico, un “pasado de moda”, pero

yo sigo intentando destruir el planeta

sin importar quién, o qué, venga después.




martes, 15 de septiembre de 2009

El sonido del silencio (es decir, del motor)

Llevé la pistola pero me olvidé de los auriculares. Cuando me di cuenta del olvido, ya había pagado el boleto y era tarde; mi economía no permite actitudes pequeño burguesas, como ser, bajarse del ómnibus para agarrar los auriculares y tomar el siguiente 582.

Acomodado en el asiento, con la mochila sobre mi falda, esperaba que lo inevitable sucediera. Y sucedió. Desde el fondo, un grupo de acaloradas hormonas sudorosas que daban forma a un adolescente, encendieron la musiquita en el celular, sin auriculares y a todo volumen.

Otras veces ni lo hubiese notado, porque suelo aislarme del mundo con mi musiquita y mis auriculares, inerte, sin molestar a nadie. Pero esta vez no tenía excusas, era la hora de hacerlo. Corrí la mochila, la abrí, saqué la pistola y caminé hacia el fondo del ómnibus. Nadie vio el arma porque todos miraban para afuera. Nadie vio ni oyó cuando le disparé al pequeño terrorista en la frente. A la vista de algún pasajero que mirara por casualidad, el adolescente parecería dormido. Con sangre saliendo de su cabeza, es cierto, pero dormido.

Apagué la musiquita y lentamente volví a mi asiento. Todo está en orden en el universo ahora.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Elecciones

Ella pudo elegir;

lo eligió a él,

y eso me llena de tristeza.

Pero más triste

me pone la certeza

de que su decisión

fue la correcta.